miércoles, 25 de marzo de 2009

ALGUIEN RECORDABA MI NOMBRE (3)

Angel está conmigo, a mi lado. Vive conmigo. No volvió a Los Angeles y ha dejado el negocio de "Investigaciones Angel" a cargo de Connor.

Su historia con Nina, con la mujer-lobo, no terminó bien. Me contó que al final ella se cansó de estar con alguien que no la amaba de verdad, porque si hubiera sido así, él hubiera dejado de existir para volver a convertirse en el malvado Angelus.

Yo estoy más calmada. Ya no siento ese ansia autodestructiva dentro de mí. Creo que lo de mi hermana y Marcus me había afectado más de lo que estaba dispuesta a admitir y volver a ver a Spike en esos momentos de mi vida fue demasiado. Como unir pólvora con fuego. Una mezcla explosiva. Pero le sigo echando de menos.

Angel es distinto. Me da seguridad, compañía, amistad... Es como volver a tener quince años otra vez. Con él es fácil hablar, incluso a veces no es necesario hablar. Angel, siempre con su aire romántico, de misterio... Mi primer amor. Con Angel perdí mi virginidad. Sólo lo hicimos una vez, esa vez. Y fue tan tierno, tan delicado conmigo... Después de hacer el amor se sintió tan feliz que se activó esa condición de la maldición gitana que le otorgó su alma y que le impide alcanzar la dicha completa, haciendo que el malvado Angelus, el sanguinario vampiro que asoló Europa durante doscientos años, volviera de nuevo y casi abre las puertas de una dimensión infernal en nuestro mundo. Gracias a Dios (y a Spike) pude detenerle a tiempo. Le mandé al infierno, literalmente, con una espada atravesándolo de parte a parte, y fue lo más difícil que he tenido que hacer nunca.

Luego volvió. No sé cómo se las arreglan, pero siempre vuelven. (Aunque yo tampoco puedo hablar, porque he vuelto dos veces de la muerte, también gracias a la magia). Bueno, el caso es que cuando volvió, todo se complicó.

Queríamos estar juntos, pero no podíamos.

Y mi madre, con la sabiduría que dan los años, sabía que no había futuro con un vampiro como pareja, aunque fuera bueno, aunque tuviera alma. Ahora que veo a Dawn con el Inmortal la comprendo. (Oh, Dios, las echo tanto de menos... a mamá, a Dawn...) La cosa es que mamá fue a hablar con Angel y él se fue de mi vida, por mi bien, para que yo pudiera encontrar un hombre normal. Un hombre normal con quien poder tener hijos, salir juntos durante el día, envejecer juntos.

Y sí. Lo intenté. Con Riley, el soldadito. El problema fue que yo no era una mujer normal; yo era la cazadora, la elegida, una mujer superior y eso para el ego masculino es algo difícil de sobrellevar. Riley no pudo con ello y yo no supe tampoco retenerle a mi lado. ¿Hubiera sido feliz con Riley si hubiera llegado al helicóptero antes de que se fuera?

Pues no. Ahora lo sé con seguridad. No.

Ahora, mientras Angel me abraza y me dice que sigo siendo esa chica que amaba y que sigue amando, no sé qué me pasa, pero algo me sacude desde dentro y vuelvo a recordar lo feliz que era con él, cuando era una quinceañera enamorada y sin pensar acerco mi boca a la suya y nos besamos. Siento su lengua suave dentro de mi boca, enredándose con la mía, y sus manos acarician mi espalda. Escalofríos intensos me recorren y el beso se hace más profundo, más apasionado, más ávido... Nunca me había besado así. Siempre habían sido besos dulces, cariñosos... Pero ahora su lengua explora mi boca con ansia, dura. Puedo notar su excitación mientras me sigue besando y me oprime contra la pared. Su lengua entra y sale de mi boca como si estuviera haciéndome el amor con ella y mi cuerpo responde, abriéndose de nuevo al deseo. El fuego que creía apagado vuelve a encenderse, aunque nunca le había visto tan apasionado, tan hambriento...

-No puedo... Sabes que no puedo...-Angel da unos pasos hacia atrás y yo también.

Ambos estamos confusos y turbados. Él, sin mirarme a la cara, sale por la puerta y se va, porque dice que necesita tomar el aire. Extraño, para un vampiro que no necesita respirar. Y no se va porque me desea y no puede tenerme. No. Se va porque sabe que yo le deseo y no puede complacerme.

¿Qué me pasa? ¿Qué coño me pasa? ¿No amo a Spike? Sí. La respuesta es que sí. ¿Y a Angel? ¿Es que amo a Angel? Pues sí. La respuesta es que también. Y es de locos. Porque es el mismo problema. Él es vampiro, joven para siempre, inmortal, y yo no. Y para colmo la maldición gitana que le devolvió el alma no permite que alcance la felicidad completa con la mujer que ama. Nada de sexo conmigo. No podemos arriesgarnos a que Angelus vuelva y mi amado Angel desaparezca.

***



Cada vez es más difícil contenerse. En la tienda de magia, mientras atiendo a algún cliente siento sus ojos de color chocolate caliente clavados en mí y noto que me desnuda con la mirada. Yo intento no incitarle, y actuar normalmente, como antes, como antes de ese maldito beso que lo jodió todo.

Pero ya no es posible.

Porque no puedes fingir y engañar los sentidos de un vampiro. Él sabe cómo me agito, cómo se me acelera la respiración si me roza y nota que ya no le miro como antes. Mis miradas son lascivas, por mucho que yo quiera disimular, cuando le observo a hurtadillas cambiándose de camisa o saliendo de la ducha envuelto en una pequeña toalla y es que este piso es pequeño y no puede haber mucha intimidad. Sólo hay una habitación. Al principio Angel dormía conmigo, en mi cama. Ahora es imposible y duerme en el sofá del comedor. No por él. Él podía soportarlo, porque pensaba que yo no sentía nada cuando le tenía tendido a mi lado. Ahora que sabe que vuelvo a sentir lo mismo que sentía por él, que le quiero y le deseo, lo que más le jode no es su propia necesidad frustrada, sino que no puede satisfacerme a mí.


Spike es tema tabú. Ya no puedo hablar de él porque le cambia la cara. Sabe que también le quiero y que le echo terriblemente de menos. No pasa un día sin que le recuerde, sin que me pregunte dónde está. Nadie sabe nada. Incluso me he tragado el orgullo y he llamado a mi hermana por si le hubiese visto, pero nada. Connor está empleando todos sus recursos de la agencia de investigaciones para localizarle, pero tampoco ha tenido éxito. En su carta decía que quería arreglar las cosas. ¿A qué se refería con eso? No lo sé. Sólo espero que esté bien.

Muchas noches, ahora que Angel no comparte mi lecho, cojo su gabán negro y me abrazo a él, recordando su olor, su sabor... Ahora Angel entra y se sienta en mi cama. Con cara de poker, y su eterno aire taciturno coge el abrigo y lo aparta de mí.

-Él no está. Pero yo estoy aquí. Sé que no puedo hacerte el amor como quisieras, pero que yo no pueda ser feliz no implica que tú no puedas disfrutar. Sólo recuerda que no puedes tocarme, no puedo permitirme tener un orgasmo contigo, pero tú sí que puedes...

Me quedo atónita cuando desabrocha los botones de mi pijama y me lo quita, luego el sujetador, los pantalones...Yo contengo mis manos que están locas por acariciarle, pero eso es terreno prohibido. Me tumba sobre la cama y aproxima su nariz a mi cuello, a mis senos, a mi vientre, a mi sexo... Es como si se estuviera llenando con mi aroma y noto como se excita, como aumenta el volumen de su entrepierna dentro del pantalón.

Luego, muy dulcemente me roza las mejillas, los labios, acaricia mis pechos sin dejar de mirarme. Los dedos se detienen en los pezones y presiona con suavidad. Yo me agito y dejo escapar un gemido, mi pie roza el bulto enorme de su entrepierna y se echa hacia atrás, como impulsado por un resorte, para evitar cualquier tipo de contacto físico con su sexo. Su lengua me recorre y se detiene en mis pezones, luego baja por mi vientre, arranca de un mordisco el tanga, su lengua me roza, me lame suavemente, insistente, y yo le suplico que siga, hasta que no puedo más. Mi espalda se arquea y no puedo contener los gemidos y los espasmos del orgasmo. En cuanto mi cuerpo se relaja, sale del dormitorio y se encierra en el cuarto de baño.

Sé que se está masturbando. Ahora desearía entrar allí y chuparlo entero, me muero por sentirle dentro, por que se corra dentro de mí. Me hace daño no poder hacerle feliz, que no podamos sentir juntos.

-Soy horrible ¿verdad? -le digo cuando vuelve-. Soy una persona horrible y egoísta. Esto no volverá a suceder. No quiero que vuelva a suceder... No quiero ser una... una... una calientapollas. Eso. Yo consigo gozar y tú tienes que acabar solo y no está bien. Esto no está bien. No es justo para ti.

-No se trata de mí. Si quieres que me quede contigo, esto se repetirá muchas, muchas veces. Puedo hacer que disfrutes de miles de maneras... Ojalá pudiera darte más, pero no puedo, así que tendremos que conformarnos con esto -ahora me sonríe, con su encantadora sonrisa, la sonrisa que me enamoró cuando le conocí-. ¿Quieres que se repita ahora otra vez?

-No. Quiero que te acuestes a mi lado y dormir abrazada a ti, como hacíamos antes.

-Te quiero y quiero hacerte feliz -me acerca la camisa del pijama-. Haré que le olvides, te juro que puedo hacer que le olvides.

Angel se queda mirando el gabán que está a los pies de la cama y yo, poniéndome la camisa del pijama me incorporo y le obligo a mirarme.

-Te quiero, pero no te equivoques. Nunca harás que me olvide de él. Vamos a dejar las cosas bien claras. No quieres hablar de Spike porque te atormentan los celos, pero tenemos que ser sinceros. Yo amo a Spike, tanto como a ti.

-¿Y si él volviera algún día? ¿Volverías a acostarte con él?

-Sí -le confieso, aunque sé que le duele oírlo-. Absolutamente. Sin ninguna duda. No voy a mentirte.

-Sabes que esa relación no tendría futuro. No tiene alma, no es bueno, es un demonio, un demonio asesino. Si no está matando, es porque le retiene el chip. Es como un lobo amordazado, pero no deja de ser un lobo.

-¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no me lo repito a mí misma todos los días? Sé lo que es Spike, pero no por eso puedo dejar de quererle.

-Spike es peligroso. Vi lo que te hizo ¿ya no te acuerdas?

-Sí, pero no viste lo que yo le hice a él... Y sí, tienes razón. Es una locura. Irracional, incomprensible, y no tenemos futuro. ¿Pero es que acaso tú y yo lo tenemos? La galleta ya está cocida, completamente hecha. Lo malo es que tiene fecha de caducidad y digas lo que digas llegará el momento en que la galleta esté rancia y no te apetezca comerla. Por eso no puedo pensar en el mañana, porque si me paro a pensarlo es posible que deje definitivamente a Spike, pero también a ti te pediré que te vayas de mi casa y que salgas de mi vida. Lo que es importante que sepas es que si se diera el caso, no me hagas elegir entre tú y él. No podría elegir. No podría... Ya sabes lo que hay, así que puedes irte o quedarte. Tú decides...


Y Angel se queda. Yo me tumbo en la cama, pensando en Spike, en mi deseo de que vuelva y Angel se tumba a mi lado, algo rígido, y piensa que ojalá ese día no llegue nunca.


***

Algunas noches necesito estar sola y doy una vuelta por el cementerio, como hacía antiguamente. Echo de menos la caza, añoro tantas cosas... Recuerdo a la cuadrilla con cariño.


A Xander, que sigue en el continente africano (con Andrew... ¿Quién lo hubiera dicho?). Willow, Kennedy y Faith son instructoras en la escuela de cazadoras de Cleveland y Giles está tan ocupado dirigiendo el Consejo de Vigilantes en Inglaterra que ya prácticamente sólo hablo con él un par de veces al año. ¡Qué tiempos aquellos! Llamo a Dawn por teléfono y nos chateamos por internet pero la situación con ella sigue tensa. Ya no por mi parte, pero creo que Dawn se siente incómoda por lo de Marcus, por mucho que yo le diga que no pasa nada, que no me importa en absoluto. Le pregunto cómo se encuentra y hablamos un ratito, pero ya no es como antes. Hay como un muro entre nosotras que tardará mucho tiempo en derrumbarse. Se siente avergonzada por haberme "quitado el novio", pero ella no tiene la culpa de haber sucumbido a los encantos del Inmortal. Sé cómo es y conozco las maniobras de seducción que emplea para enamorar a sus conquistas. Pobre Dawn. No se da cuenta que sólo es una conquista más, una chica más. Ojalá me equivocara. Ojalá.

Ya no es necesario salir a patrullar, aunque siempre llevo una estaca en el bolsillo, por costumbre, aunque desde que se cerró la puerta del infierno este pueblo es muy tranquilo. Los días trancurren con normalidad. Angel me ayuda en la tienda de magia, aunque no tiene mucho don de gentes. Tampoco es que el negocio sea muy boyante, ya que sólo saco para cubrir gastos y poco más. Creo que la gente ha dejado de creer en la magia y sólo se venden velas perfumadas y los saquitos de hierbas para infusiones de todo tipo, ahora que está tan de moda la medicina natural. La tienda de magia se ha convertido en un herbolario, pero al menos me da para ir tirando.

Paseando llego hasta la entrada de la cripta. Muchas veces vengo aquí y me quedo en la puerta, pero nunca entro. Me siento en la entrada y me fumo un cigarrillo. No es que fume habitualmente, sólamente fumo cuando estoy aquí, y ni siquiera me trago el humo. Creo que es una manera de recordarle. Un rayo rasga de repente el cielo y el chaparrón inmediato apaga el mechero antes de poder encender el cigarro. Entro en la cripta para refugiarme de la tormenta.
Algo se mueve entre las sombras. Saco la estaca del bolsillo y se me cae al suelo por el temblor que me paraliza.


Es Spike.

-Hola, amor -me sonríe, con esa sonrisa cargada de ironía-. Yo... ya me iba. No pensé que te encontraría aquí... Sólo vine a buscar mi gabán. No lo habrás visto ¿verdad?

No le dejo terminar la frase y le tumbo de un puñetazo.

-¿QUE YA TE IBAS? -estoy tan nerviosa y a la vez tan furiosa- ¿No pensabas decirme que estabas aquí? ¿Pensabas largarte sin más?

Se levanta de un salto y me estrella contra la pared, también furioso.

-¿Y A TI QUÉ COÑO TE IMPORTA? -me grita sujetándome de las solapas, contra la pared-. Hueles a Angel, apestas a Angel... he notado su puto olor en tí incluso antes de que traspasaras esa puerta.

Me libero de él y le doy un empellón contra la pared opuesta, ahora sujetándole yo.

-¿Por eso te ibas sin querer decirme nada? Me tenías muerta de preocupación, después de todo lo que ocurrió. ¿Dónde coño has estado en todo este tiempo? ¿Con esa zorra de Harmony? -le pego un puñetazo.

-Harmony es polvo y cenizas desde hace años, preciosa -me golpea en la cara y me lanza contra el suelo, cayendo sobre mí- Volví a Africa. He estado viviendo en el infierno, para conseguir recuperar mi alma perdida, pero ya no estaba allí.

-¿Crees que me importa que no tengas alma, maldito hijo de puta? -me derrumbo llorando, no quiero hacerlo, pero no puedo evitarlo- Te quiero, oh Dios mío, te quiero...

-¿Lo dices en serio? ¿Me quieres? ¿A mí? -Spike está como en shock. Me mira alucinado, aún sobre mí, sujetándome en el suelo.


Asiento con la cabeza, sin dejar de mirar sus maravillosos ojos azules, que me miran extrañados.

-¿Y Angel? -pregunta.

-A él también le quiero.

-¡No puedes querernos a los dos! -me aprieta más fuerte contra el suelo y vuelvo a ver esa mirada de deseo loco en sus ojos que me trastorna por completo-. No puedes, porque él no puede hacerte esto, no puede darte lo que tú quieres.

De un tirón sube mi falda, me arranca las bragas, baja sus pantalones y me penetra. Aaaah.

-¿Quieres que siga? -me pregunta furioso.

Mi mente me dice que no, que no, que estoy loca, que esto no puede acabar bien, pero mi cuerpo se rebela y quiere volver a sentirle y me oigo a mí misma decirle que sí, suplicarle que siga, mis piernas alrededor de su cuerpo, apretándome fuerte contra sus caderas.

-Pues si quieres que siga, dímelo. Dime que me quieres. ¡DÍMELO!

-Te quiero, te quiero, te quiero...

-Dime que me quieres sólo a mí. ¡SÓLO A MÍ! -me coge del pelo y me besa con furia.
Y yo me muero porque se mueva dentro de mí, las paredes de mi vagina se contraen estremecidas por la excitación, pero no quiero mentirle. Ya no. No más mentiras. Así que me quedo callada y no le digo nada.


-¿No vas a dejarle? -sus ojos son hielo y fuego. Yo niego con la cabeza-. Entonces le eliges a él y no a mí.

-¿Por qué tengo que elegir entre uno de los dos? No voy a hacerlo. Acéptalo, no pienso hacerlo.
Se separa de mí y se levanta. Yo siento un vacío horrible, no sólo causado por la interrupción de la conexión física. Me tiemblan las manos cuando me bajo la falda y me quedo sentada en el suelo.


-¿Qué pretendes? ¿Que te comparta con él? ¿Follar contigo días alternos? Eres una puta... Una zorra puta que me está volviendo loco -Spike se coge la cabeza y pega un puñetazo a la pared, abriendo un boquete- No sé por qué he vuelto. ¿Qué coño estoy haciendo aquí? ¿Por qué demonios he vuelto? Sí. Ya me acuerdo. Tienes algo que es mío...

-Has vuelto a por tu gabán -fuera se oyen los truenos y el estrépito de la lluvia-. Eso dijiste. Que habías vuelto a por tu abrigo de piel. Lo tengo yo, en casa. En cuanto pase la tormenta te lo traigo y podrás marcharte.

-Sí, ya... -me hace un gesto disciplente con la mano, mientras saca la cajetilla de tabaco y enciende un cigarrillo-.Claro. El abrigo... Es una prenda a la que le tengo apego. Demasiado. La he echado de menos terriblemente, todos los días, todos los putos minutos, por eso tenía que volver, tenía que volver a por ella. Pero ya no es mía, ya no es sólamente mía y no pienso compartirla -me mira intensamente y yo me levanto del suelo-. Prefiero que arda en el puto infierno a tener que llevarla puesta otra vez, porque me daría asco tocarla de nuevo sabiendo que...

Ya estoy harta. No quiero seguir oyéndole. Lo ha dejado claro. Sé que lo que pido no es fácil, pero yo no voy a renunciar a ninguno de los dos. Si Spike no quiere estar conmigo, acepto su decisión, pero no soporto seguir oyendo sus insultos, porque acabaré pegándole un puñetazo y no quiero tener que volver a la espiral de violencia habitual en nuestro encuentros, así que me levanto del suelo y me dirijo a la salida de la cripta, con el corazón en un puño.

-¿Dónde vas? -se planta de un salto delante de mí, con su típica actitud chulesca-. ¿Con él? ¿Vas a dejarme para irte con él, puta? Él no puede darte lo que te gusta. Yo sé lo que te gusta, a mí no puedes engañarme, y eso él no puede dártelo. No como yo. Nadie puede darte lo que yo te doy...
No puedo reprimirme. Siempre hace que afloren mis más bajos instintos, mi parte más oscura, así que no puedo evitar picarle.


-Mmmm -le sonrío con sorna-. Siiiií, Spike. Sólo tú sabes darme lo que quiero, sólo tú sabes satisfacerme... Sobre todo esta noche. ¡Esta noche me has dejado más complacida que nunca! ¡Claro que me voy con Angel! A casa con Angel, con mi divino Angel... Entérate, Spike, sólo un roce de su lengua me da más que todo lo que tú...

Evidentemente no consigo terminar la frase. Rompe los botones de mi blusa y arranca el sujetador de un zarpazo y yo le desgarro la camiseta. Su boca contra la mía, como la colisión de dos trenes de alta velocidad, y mi lengua ansia con urgencia la suya, dentro de mi boca, sus pulgares contra mis pezones duros como rocas, avanzando, haciéndome retroceder hasta llegar a la mesa, sus labios hambrientos en mi garganta, en mi cuello, en mis pezones y mis manos directas al botón y la cremallera de sus vaqueros que van a rebentar de la presión. Oigo el rugido sordo que le nace del pecho cuando tomo su polla con mi mano y empiezo a sacudirla con fuerza desde la base hacia arriba, con movimientos rítmicos y rápidos. Deja de besarme y me mira con los ojos entornados y yo dejo de tocarle, también mirándole. Sé lo que quiere, lo que queremos los dos. Dentro, dentro, dentro, dentro. Dentro de mí. Entonces me doy la vuelta, subo mi falda y apoyo los codos contra la mesa. Mi sexo está húmedo, palpitante, invitándole a entrar y el aroma a excitación de mis fluídos corporales sé que le vuelven loco. Siento sus frías manos en mi culo, su polla rozándome entre las nalgas y mis caderas se mueven rítmicamente, y mi voz susurra como una oración, como una letanía. Dentro, dentrodentrodentrodentro... y su penetración es como una bencidión, como la respuesta a mis plegarias, como un milagro profundo, intenso. Me monta rudamente, colérico, bestial, cada vez más, más, más, más rápido, más frenético, agarrándo mis caderas que muevo contra su pelvis para sentirle más dentro. Su mano se desliza hacia delante y oprime el clit con su dedo, estimulándolo a cada embestida.

-Oh, Dios, si, si, sisisisisisiiiiiií... ¡Síiiii! Oh, qué gusto... Cariño... Siiii, mi amor, sigue... Mmmmm, mi amor... Cuánto te echaba de menos... Spike, mi amor...

Spike se corre inesperadamente, creo que mis palabras cariñosas, que nunca antes le había dicho, le han llevado al orgasmo. Su frío semen dentro, inundándome como un surtidor, paradójicamente me calientan más si cabe, y me corro aullando como una poseída.

Sentados ahora en el suelo, enciende un cigarrillo y yo se lo quito de entre los dedos y le doy una calada. Él me mira asombrado.

-Tu no fumas. Siempre has odiado el tabaco.

-Te sorprendería saber lo que odiaba antes y que ya no odio. Mira -le muestro el cigarro-. Fíjate. Qué poco dura ¿verdad? Como la vida. Unas cuantas caladas, un poco de humo y al final sólo quedan cenizas. Cuando una se da cuenta, ya se ha fumado la mitad y después la otra mitad se consume mucho más rápido hasta que se extingue -le doy otra calada al cigarro y se lo devuelvo, mirándole a los ojos-. ¿Vas a irte? ¿Vas a dejarme?

-Sabes que no -sonríe y fuma-. No puedo. Dios sabe que lo he intentado. No quiero, pero siempre vuelvo. Hay algo aquí dentro -se golpea el pecho- que me ata a ti, que me encadena a ti y no puedo escapar.

-Pero sabes que no voy a dejar a Angel. ¿Podrás soportarlo?

-Vamos, amor... -sonríe y enarca una ceja- Los dos sabemos de qué va esto. Angel sólo ha sido un pobre consuelo en las noches solitarias del invierno. Ahora que ha vuelto tu vampiro favorito te darás cuenta de que sólo me quieres a mí y al final acabarás dejándole. Lo sé.

Yo le digo que no, pero no quiere creerme. No sé de qué me extraño. Spike siempre quiere creer lo que le conviene.

-Y a todo esto... -continúa- ¿Qué piensa Angel? ¿Qué opina el puto cabrón de todo este lío?


-El puto cabrón opina que va a matarte si no le quitas tus sucias manos de encima ahora mismo -dice Angel, plantado ante nosotros, con la ropa y el cabello empapados por la lluvia.

No le hemos visto entrar. No sé cuánto tiempo lleva ahí. Supongo que Spike sí que había detectado su presencia, por eso sonríe poniéndome la mano alrededor de mi hombro, como si estuviera alardeando de su trofeo.

-¿Que pasa, abuelo? ¿Vienes a unirte a la fiesta? -Spike se regodea, más chulo que nunca- Uy, lo siento. Olvidaba que tú no puedes follar. Tranqui, tío. Para eso ya estoy yo aquí, te la dejo bien saciada y luego tú sólo tienes que prepararle la camita, darle un besito de buenas noches y...

Y evidentemente no termina la frase. De un puñetazo le callo la maldita boca. Angel está congelado. Los puños y los dientes apretados y sus ojos echan chispas.

-Te advertí que si volvías, te mataría -dice Angel, sin dejar de mirar a Spike.

-Inténtalo, si te atreves -Spike se levanta del suelo, abrochándose el pantalón, desafiante-. Lo que te pasa es que sabes que ella me quiere a mí, me prefiere a mí y no puedes digerirlo.

Se lanzan uno contra otro, transformados en vampiros, los ojos amarillos, los colmillos al descubierto. Que si ella me quiere a mí... que si está pasando una crisis, por eso está contigo... que si ella nunca te querrá porque no tienes alma y eres un monstruo... que si a ella eso es lo que le gusta... que si ella esto, que si ella lo otro...

Y, aunque en parte es halagador que dos tíos buenos se peguen por una, me jode un montón que hablen de mí como si yo no estuviera delante. Como si yo no tuviera voz ni voto y estuvieran compitiendo por una puta medalla. El que quede en pie, se la queda. Me levanto y busco dentro del armario. Sí. Una botella de whisky. Estupendo. No es posible disfrutar de un buen combate de boxeo sin una botella de whisky.

Llevan un buen rato dándose de puñetazos y la botella ha perdido buena parte de su contenido. Ahora no discuten sobre mí. La disputa es sobre ¿un dragón? Que si al dragón lo maté yo... que si fue mi espada quien le dio el golpe de gracia... que no, que fue la mía... que si no llega a ser por las tropas de la iniciativa y el ejército de cazadoras ahora serías polvo... que si esto... que si lo otro... Creo que discuten sobre el último o penúltimo de los Apocalipsis y yo estoy empezando a aburrirme y sigo bebiendo.

Cuando Angel coge la estaca que a mí se me cayó al suelo y se dirige furioso a Spike, es cuando decido intervenir. Vale que se peguen por la chica, pero no que se maten. De una patada que Angel ni ve venir, le desarmo y le lanzo contra la pared. Spike se ríe y antes de que abra la bocaza le arreo otra patada para que se calle.

No sé si es el alcohol el que me hace hablar, el que me hace actuar así, o esa es la excusa que me doy en ese momento. Como hacemos todos. "No sabía lo que hacía, yo había bebido mucho..." El alcohol sólo sirve para deshinibirnos, para que afloren nuestros deseos más ocultos.

Le beso con pasión, con toda la pasión de mi corazón y Angel nos mira, dolido, levantándose del suelo para irse. Entonces también le beso a él, con urgencia, con ansia, desabrochando su pantalón, acariciando su polla, y el me dice que pare, que por favor, que pare, que no puede, que recuerde la maldición.

-Sí podemos. Podemos hacerlo, porque tú felicidad no será completa, Porque voy a ser tuya, pero no "sólo" tuya. También estará él.

Spike está detrás de mí, y me vuelvo hacia él desabrochando su pantalón y me mira pasmado.
-Venga, Spike... Tú eres un vampiro sin alma. Depravado, vicioso... No me digas que no quieres hacer esto. No me digas que nunca lo habías deseado antes.


-Bueno... Sí. Pero Drusilla nunca se dejó.

-¿Con ella sí queríais y conmigo no? -saco la polla de Spike y la chupo con deleitación de la base a la punta y él cierra los ojos, estremeciéndose.

-Entonces yo era Angelus, otro depravado sin alma; ahora no soy así. Esto es asqueroso -Angel aparta mi mano de su entrepierna, pero mi boca llega antes que pueda subirse el pantalón y gime cuando se la chupo.

-No seas tan estrecho de mente -le digo, sin dejar de acariciarle-. Puedes irte, si quieres, pero mira cómo estás. Sé que lo estás deseando. Que los dos lo estáis deseando. Tanto o más que yo. Estáis empalmados y yo estoy excitada, muy excitada. Tal vez es el whisky, o el alarde de testosterona de la pelea, pero el caso es que me habéis puesto muy, muy cachonda...

Angel y Spike se miran y me miran a mí. Angel desabrocha despacio los botones de mi camisa y Spike me la quita, tirando de las mangas, entonces me desabrocha los corchetes del sujetador y Angel me baja los tirantes y me quita la prenda. Mientras tanto yo ya me he quitado la falda. Angel acaricia mis pechos desde atrás mientras yo desnudo a Spike, y luego al revés. Parece como un ritual, como un baile de cortejo y apareamiento sincronizado a tres bandas que hubieramos ensayado... Y es perfecto, oh, Dios, sí. Absolutamente perfecto.

¿Quien se escandaliza? Probablemente yo lo habría hecho hace unos años, pero ya no. Y mis antiguos seguidores, mis amigos, pueden pensar que eso no lo haría "la chica a quien todos conocemos y amamos". Eso nunca lo haría "la cazavampiros". Y tienen razón. Esa chica no lo haría. Lo que pasa es que la vida nos hace cambiar y yo ya no soy esa chica. Ahora soy una mujer, probablemente envidiada por muchas (y muchos) que han soñado cientos de veces con una fantasía parecida y ahora a mí se me convierte en realidad.

Porque es un gozo infinito sentirles a los dos, uno por delante y otro por detrás, jadeando y apretándome fuerte entre esos cuerpos atléticos, que me hacen sentirme en el paraíso. Spike retiene a Angelus para que Angel pueda ser feliz (no completamente, claro), pero sé que está disfrutando. Angel retiene a Spike y le obliga a ser algo más suave y no dejarse llevar por los excesos violentos de su naturaleza perversa. Sé que ambos no tienen la felicidad completa, pero yo juro que sí la tengo. Por partida doble.

Angel está apoyado en la mesa y yo estoy sobre él, Su pene está ya dentro de mí, pero no me muevo. No hasta que no vuelva Spike, que ha ido a buscar abajo el frasco de aceite.

-¿Te parezco una pervertida por quereros a los dos, por querer teneros a los dos? -le pregunto.

-¿Y yo? ¿Te parezco un inmoral por permitirlo? -me pregunta él.

No llegamos a contestar, porque siento el aceite resbalando por detrás y la polla de Spike entrando en mí, despacio, centímetro a centímetro, y él dolor me hace estremecer.

-Relájate, amor, así será más fácil, relájate...

Pero es más fácil de decir que de hacer. Tengo a Spike completamente dentro. Mi cuerpo está tenso, muy tenso y clavo las uñas en los brazos de Angel. Antes de que Spike empiece a embestirme, Angel le retiene.

-Espera, Spike... -y su tono de voz no admite réplica-. Espera a que se relaje un poco, espera a que su cuerpo se lo pida, no fuerces nada...

Y yo le sonrío y le beso agradecida. Mi cuerpo se relaja y me siento llena. Muy llena, totalmente, completamente llena. Entonces pierdo el sentido de que debe ser correcto o no y nos dejamos llevar los tres por el ardor de la pasión, o de la perversión o de como se quiera llamar. Ya tendré tiempo de arrepentirme mañana, ahora no. Ahora sólo quiero gozar, sólo quiero que se muevan dentro de mí, más fuerte, más rápido...

-Oh... Dios... No sé vosotros, pero yo me voy a correr ya...-ruge Spike y parece como la señal para que alcancemos el éxtasis total los tres al unísono, entonando nuestros gemidos y suspiros en una plena y rítmica armonía. Retumban sordamente los truenos de la tempestad y otra tormenta estalla dentro de mí, convulsionándome de placer, de placer degenerado, indecoroso y... exquisito.

-Te quiero... - y beso a Spike en la boca, mordiéndole con ansia-. Te quiero... -y vuelvo la cabeza y beso a Angel con dulzura en los labios.

Cuando separamos nuestros cuerpos, cuando ya hemos satisfecho el deseo irracional, Angel y yo nos miramos con cierta vergüenza e incomodidad. Spike ha ido a buscar la botella de whisky y enciende un cigarro con naturalidad. Da un trago a la botella y se la lanza a Angel, que también bebe. Luego me coge de la mano y me arrastra hacia las escaleras de abajo.

-¿Qué pasa, Spike? -le pregunto-. ¿Ocurre algo?

-No. Vamos a la cama, amor. Esto no ha hecho más que empezar -ahora Spike se dirige a Angel, sonriendo con socarronería-. Bájate la botella, abuelo, la fiesta continúa en el piso de abajo, si es que tienes fuerzas para seguir, claro.

***
Si enrollarse con un vampiro salido tiene sus consecuencias, pasar las noches follando con dos tiene el doble de secuelas.


El caso es que me despierto abrazada a mis chicos, molida, escaldada, escocida, pero feliz. Y qué coño, no me arrepiento en absoluto. Aun así tendré que poner ciertos límites, ya que la cama parece un terreno de batalla donde ambos contrincantes compiten para ver quien aguanta más tiempo, quien me lo hace mejor, quien puede follar más veces...

Y ninguno de los dos quiere ceder. Da la impresión de que son inagotables, pero yo hoy no puedo más. Necesito dormir al menos unas horas y necesito una ducha caliente urgente antes de abrir la tienda porque mi cuerpo rezuma semen por todas partes, así que me levanto despacito, aprovechando que duermen y subo a buscar mi ropa.

-¿Dónde te crees que vas? -Spike se me acerca por detrás, frotándose contra mí- Yo aún no he terminado... El abuelo se ha quedado frito, pero yo tengo más aguante que él.

-De eso nada, enano -Angel aparece en escena y le aparta de mí, bruscamente.

Naturalmente vuelven a enzarzarse en una pelea, transformados, y entre tanto se dan de hostias, yo aprovecho para acabar de vestirme. Antes de salir me doy la vuelta y están rodando por el suelo, enganchados, peleando, gruñendo y mordiéndose. De pronto, Spike levanta la vista y me ve en la puerta. Los rostros de ambos vuelven a sus rasgos humanos.

-¿Qué coño haces? -se asombra Spike- ¿Te vas? ¿Y nosotros qué? Es de día y no podemos salir.

-No os preocupéis -les aseguro-. Más tarde vendré con sangre fresca de cerdo para los dos, pero ahora tengo que irme.

-¿Y qué hacemos nosotros mientras? -pregunta Angel, cabreado.

-Bueno... -les miro y no puedo evitar reírme. Ambos están en el suelo, desnudos, uno encima del otro-. Así, desde este punto de vista, da la impresión de que los dos solitos lo estáis pasando muy bien. Os recuerdo que el aceite está abajo...

Oh, Dios...Ver la cara que se les queda a ambos cuando se percatan que están abrazados, desnudos y empalmados, no tiene precio. Se separan rápidamente, abochornados.

-Por cierto -continúo yo-, si alguno mata al otro, cuando yo vuelva al que quede en pie le corto los huevos. Portáos bien. Os quiero -y les echo un beso a los dos con la mano antes de irme.


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