martes, 21 de abril de 2009

Alguien recordaba mi nombre (4)

Aunque mi naturaleza de cazadora me aporta una fuerza, una resistencia y una capacidad de recuperación superior, no sé si mi cuerpo será capaz de aguantar tanto desenfreno sexual. He de poner un poco de control, porque Spike es insaciable y Angel, aunque es más dulce y tierno, ahora no quiere quedarse atrás. Y yo soy voraz, como una fiera. Siempre me digo que tenemos que dominarnos un poco, pero yo soy la primera que no cumple con las restricciones. Siempre quiero más. Y ellos, claro, me dan todo lo que les pido.

Angel sigue viviendo aquí y, en teoría, Spike vive en su cripta, pero pasa la mayor parte del tiempo en casa o en la tienda. Las cosas entre ambos parecen haberse calmado un poco, y, si bien, no dejan nunca de picarse, al menos no se pegan ni intentan matarse mutuamente. Parece que han aceptado la situación, aunque en el fondo sigan pensando que al final uno de los dos será el ganador.


Angel me besa. Me encantan sus besos. Suaves, cálidos, aunque su lengua sea fría. Sus ojos castaños me miran serenos y acaricia suavemente mi cabello. Yo miro a Spike, que está fumando, apoyado en el marco de la ventana, observándonos desnudos en la cama.

-¿Confías en mí? -me pregunta Angel.

-Siempre.

-Pues entonces date la vuelta.

Yo lo hago. Siento el aceite perfumado deslizarse y sus manos suaves y frescas masajeando mi espalda. Oh, Dios, qué sensación más agradable... Sus fuertes dedos friccionan mis músculos tensos y me dice que me relaje, que me olvide de todo y que disfrute del masaje. Sus manos son como un bálsamo que me calman y me cuidan, que me miman y me regalan placidez. Se esmera eliminando la rigidez de mi nuca y poco a poco sus manos van bajando a mis piernas, los tobillos, los pies, suben a los glúteos y sigue friccionando, entre mis nalgas. Hace que me olvide de todo, sólo puedo pensar en la grata sensación de sus manos sobre mí, sentado ahora sobre mi trasero sus dedos recorren mi columna vertebral.

-¿Estás bien? ¿Te gusta? -se inclina sobre mí y me pregunta al oído, y siento sobre mi espalda el roce de su miembro excitado.

-Mmm... Siiii... Eres un amor... Pero creo que tú también estás muy tenso...

Me doy la vuelta y su pene está duro y erecto. Spike sigue mirando, con una cerveza en la mano y sus miradas lujuriosas, de deseo contenido, las ganas que sé que tiene de saltar sobre mí son una tortura para él, y para mí un aporte de excitación extraordinaria.

-Olvídate un minuto de él y concéntrate en mí -me susurra Angel al oído.

Tiene razón. Es su turno. Hago que se siente en la cama, e inclino mi cabeza entre sus piernas. Mi lengua da círculos alrededor de su glande y luego me la meto en la boca, apretando los labios. Su mano me coge la cabeza y me guía arriba y abajo. Dirijo mi mirada hacia él, y está como transportado, la boca entreabierta, se humedece los labios suspirando y yo continúo y continúo y continúo hasta que la descarga de semen frío estalla dentro de mi boca. Me coge entre sus brazos y me besa de nuevo, sus dedos me abren los labios entre mis piernas y me acaricia y me frota el clit con suavidad, haciéndome suspirar. Spike me mira intensamente, como resentido y enciende otro cigarro desde la ventana. Cuando me estremezco por el orgasmo huele como a quemado. Huele a carne quemada. Y es Spike, presionando el extremo encendido de su cigarro contra la palma de su mano, sin dejar de mirarme.

-Ahora me toca a mí -Spike se levanta, reclamando su turno y se quita la ropa despacio-. Mira y aprende, abuelo.


Angel me besa con dulzura, yo le sonrío y se levanta de la cama, poniéndose los pantalones y sentándose en el marco de la ventana, donde antes estaba Spike.

Las manos de Spike no son suaves ni tiernas. Me coge los pechos con rudeza, me pellizca y yo contengo un quejido. Le cojo del pelo con fuerza y nos mordemos los labios, revolcándonos, enzarzados, mordiéndonos y besándonos como poseídos. Su boca me succiona los pezones lamiendo, mordiendo y pequeños gruñidos salen de su garganta y me hace gemir. Quiero hacerle una mamada, deseo saborearle también, pero no me deja. Me sujeta las manos sobre mi cabeza y abre mis piernas, echado sobre mí. La punta de su polla me roza contínuamente el punto del placer y hace que me falte el aire.

-¿Confías en mí? -me pregunta, ansioso.


-Nunca, ya lo sabes -le respondo, agitada y él me sonríe, con su sonrisa más lasciva.

-Pues date la vuelta.


Y lo hago. Recoloca mi posición, poniéndome de rodillas, a gatas sobre la cama. Ahora me roza por detrás y se queda después quieto, presionando mis pezones con una mano desde atrás y con la otra no deja de frotarme por delante, con la punta del pene encaramada, pero sin meterla, sólo rozando, tentando, y yo no puedo más. Le necesito dentro, así que mis manos van hacia sus caderas y le empujo hacia mí, me oprimo contra él para que entre en mí.

-Habías dicho que nada de meter... ¿no te acuerdas? -y la saca, despacio, el muy cabrón.

-Joder, cállate y métela. ¡Hazlo! -le exigo, y lo hace-. Sigue, así, así, así, joder, no pares, no pares, más fuerte, más rápido, más dentro, mmm, Spike sí, sí, síiiii, cariño, no pares, mi amor, no pares, no pares...

Y no para. Tras casi una hora de embestidas violentas no podemos contener los gritos cuando llegamos al orgasmo. Bueno, a los orgasmos, porque yo me he corrido varias veces y sé que él también, pero no quería detenerse y ceder su turno. Luego me tumbo sobre la cama, agotada, sudorosa. Spike sigue dentro de mí, con su miembro aún palpitante, se deja caer sobre mi espalda.

-¿Ya lo tienes claro? -me susurra-. Has podido comparar... y no me jodas diciendo que no has disfrutado mil veces, un millón de veces más conmigo que con él. Admítelo, zorra. Admítelo.

Le pego un empujón y me lo quito de encima. ¿Dónde está Angel? Me enrollo en la sábana y bajo a la tienda. Allí está. En la oscuridad. Sentado en el mostrador, con cara sombría.

-¿Qué hago aquí? -me mira con pesar-. ¿Qué cojones estoy haciendo yo aquí? No. Esa no es la pregunta. La pregunta es ¿qué cojones estás haciendo tú con alguien así ? Yo soy mejor que él. Soy mejor persona que él.

-Ya lo sé -me siento a su lado en el mostrador.

Y tiene razón. Angel es todo lo que una mujer podría desear. Es atento, cariñoso y generoso. Me ayuda en todo lo que puede e intenta hacerme la vida más comoda. Le miro y me turbo. Su cabello castaño, su mandíbula firme, sus rasgos nobles. Es guapo y tiene un cuerpo escultural. ¿Qué más quiero? Spike es como un grano en el culo. No le importa que yo acabe de limpiar la tienda, para dejar caer la colilla del cigarro y pisarla. Cuando se lo recrimino, cabreada, él me sonríe y me dice que verme limpiar le pone cachondo y yo no logro evitar darle un puñetazo e intentar hacerle tragar la colilla... Y acabamos enganchados, haciéndolo sobre el suelo mojado.

-En la agencia de investigaciones -me cuenta Angel-, cuando ya no teníamos tantos casos demoníacos por la abundancia de cazadoras, nos dedicábamos a lo normal en las agencias de detectives. A seguir a los posibles adúlteros por encargo de sus cónyuges. Ahora me acuerdo del señor Jensen. Jensen tenía cerca de treinta años, pero estaba en una silla de ruedas, paralizado de cintura para abajo. Nos encargó que siguiéramos a su esposa, porque sospechaba que le engañaba con otro.
El caso es que después de un exhaustivo seguimiento ilustrado con fotografías, le confirmamos sus sospechas. Su esposa se veía con otro hombre. En casos así, entregamos la tarjeta de la firma de abogados especialistas en casos de divorcio que lleva mi amigo Gunn. El señor Jensen sonrió tristemente cuando vio las fotografías, pero me devolvió la tarjeta y me dijo que no la iba a dejar, que la amaba demasiado, que él no podía darle lo que ella necesitaba y ese otro hombre sí. Incluso estaba dispuesto a consentir en traer a ese joven a su cama para salvar su matrimonio y evitar que su mujer pasara las noches fuera de casa. Yo no podía entenderle. Ahora le comprendo. Soy un tullido, un maldito castrado que no puedo hacerte el amor si no hay otro delante, o detrás, o mirando... Y aún así, no puedo darte lo que tú quieres, porque tú le deseas más a él. Esta noche lo he visto.

-No eres un tullido, ni un castrado -le aseguro, cogiéndole las manos-. Eres un hombre maravilloso y te amo.

-Pero disfrutas más del sexo con él que conmigo...

-Sois diferentes. Tú eres... eres un Angel y Spike es... eso. Spike. Tú eres delicado y encantador. Por eso te quiero.

-¿Y a él? ¿Le quieres porque es sádico y violento? Es bajo, ruín y despreciable...

-Y rastrero... Pero estuvo contigo, jugándose el tipo en todas tus batallas contra el mal. Nunca te abandonó. Ni a mí tampoco, cuando le necesitaba a mi lado siempre estuvo ahí, dispuesto a morir por mí. Eso no lo olvides.

-Pero eso era antes. Ahora no tiene alma... ¿Es que no te entra en la cabeza?

-También estuvo peleando a mi lado cuando aún no la había conseguido. Cuando Glory le secuestró y le torturó salvajemente para averiguar el secreto de mi hermana, él no se lo dijo. Se sacrificó por ella y por mí. Eso es algo que muchos hombres con alma no hubieran hecho y él lo hizo. Por mí. Porque ya me amaba.

-Ya... Pero no le subestimes. No te confíes. Sé cómo es Spike, el Spike malvado. No olvides que pasamos más de cien años juntos. Darla, Drusilla. Spike y yo. Eramos asesinos encarnizados y crueles. Te podría contar muchas de las cosas que hizo y que ponen los pelos de punta.

-¿Y por qué no se lo cuentas? -salta ahora Spike, que sale de entre las sombras-. No lo haces porque tú también estabas allí. Yo soy malo y lo reconozco, pero tú eras infinitamente peor que yo, "maestro".

-Puedo anular el efecto del chip de tu cerebro en cuanto yo quiera -sigue Angel, frío y duro-. Veríamos lo que tardas en convertir New Sunnydale en un cúmulo de cadáveres desangrados.

-No lo haría. Ahora no lo haría... -Spike nos mira, muy serio, más de lo que nunca lo he visto en mi vida.

-¿A quién quieres engañar? -se ríe Angel-. "William, El Sanguinario". No te pusieron el nombre por tus poemas, que yo sepa. Sé lo que se siente siendo vampiro sin alma, esa plena libertad de matar, ese placer al ser cruel sin remordimientos de ningún tipo, libre de este sentimiento de culpa que ahora me ahoga a mí y no me deja vivir.

-Y eso es lo que realmente te jode ¿verdad? Que para tí tu alma es una maldición que te oprime y para mí fue algo por lo que tuve que pelear. Por ella. ¿Crees que no sé lo que se siente teniendo alma y habiendo hecho lo que hicimos? Casi me vuelvo loco... Pero no dudaría en volver a recuperar ese brillo ardiente dentro si tuviera la oportunidad. Por ella. Y eso es algo que tú nunca hubieras hecho siendo Angelus.

-¿Entonces ahora eres bueno? -se burla Angel-. El buen Spike, el amigo de los niños... ¿O tendría que decir de las niñas? ¿Te recuerdo lo que hiciste en la casa-escuela aquella de Dublín, cuando Drusilla quería muñequitas para jugar? Aún puedo oír los gritos de las criaturas mientras las torturábais sin piedad... Era tu lema. Si no lloran, no es divertido.

-Tú no andabas muy lejos, si la memoria no me engaña -replica Spike.

-Pero yo he cambiado. Me arrepiento de todo, y tú no. ¿Quieres que hagamos la prueba y te dejamos sin el efecto del chip en la escuela de primaria de Sunnydale?

-No les tocaría ni un solo cabello -ahora me mira a mí-. Créeme, amor. Y no porque sea bueno. No lo soy. No voy a engañarte. Me merendería un colegio entero, un parvulario y una sala de lactancia sin inmutarme, sin que me pesara lo más mínimo en la conciencia. Es más, no me arrepiento de lo que hice en aquella escuela. Pero sé que si ahora hiciera algo así tú me abandonarías y no podría soportarlo.

-¿No te arrepientes de lo que hiciste? Por el amor de Dios, Spike, eran niñas... -me estremezco y le miro con cierta aversión. Luego miro a Angel, que no puede ocultar la cara de satisfacción. Sí. Si era lo que pretendía, lo ha conseguido. Spike me repugna y creo que mi expresión no puede esconder mis sentimientos cuando se acerca a mí y me alejo un poco, para evitar su contacto. ¿De qué me sorprendo? Sé la maldad que hay dentro de un ser así. Pero no quería verlo en Spike. Y, Dios, eran niñas... y no le importa en absoluto lo que hizo con ellas...

El semblante de amargura de mi bello vampiro rubio ante mi repulsión a su contacto es comparable a la cara que puso aquella vez, cuando cancelé la invitación a entrar en mi casa. Le pido a Angel que se vaya arriba, al piso un momento, que he de hablar a solas con Spike y aunque es reticente a dejarme sola con él, al final se marcha.

-¿Es ahora cuando me dices que me vaya? ¿Que ya no soy bienvenido en tu casa? No sé que quieres de mí, que quieres más de mí. Más no te puedo ofrecer. Te juro que no mataría a nadie si me quitaran el chip, pero no es suficiente para tí. No es suficiente. Angel no es suficiente para tí, lo sé. Pero yo tampoco ¿verdad?

-Eran niñas, Spike. Inocentes criaturas... No me lo puedo quitar de la cabeza..

-Venga, amor... ¿Recuerdas? Happy Meals con piernas. ¿Tú no comes hamburguesas? Pues te aseguro que después no creo que te quite el sueño pensar en las pobres terneritas, las inocentes crías de las vacas y no es que les ponen un sedante en el matadero para que no sufran... Soy un vampiro, y no puedo ver al resto de la gente como otra cosa que alimento. No puedo arrepentirme de que me gusten las hamburguesas, pero puedo hacerme vegetariano por tí. Es lo único que te puedo decir. Ahora si quieres que me vaya, sólo tienes que decírmelo...

-¿Y te irías así, sin más? -le pregunto extrañada.

-¡Y una puta mierda! -grita, cabreado-. Tendrías que matarme antes de dejarle salirse con la suya a ese capullo castrado. ¿No ves lo que está intentando hacer? Sacar trapos sucios de nuestra vida pasada, para demostrarte lo bueno que ahora es él y lo malo que soy yo. ¿Y sabes por qué lo ha hecho? Yo te lo diré. Porque está celoso. Ví su cara cuando estábamos follando... Reconoce, cariño, que cuando estás conmigo se te olvida que está él -me mete la mano bajo la sábana, y yo me dejo hacer.

-Ojalá tuvieras alma... Lo haría todo más fácil... Todo sería más fácil.

-No sé qué decirte... Creo que si tuviese alma cogería esa puerta y no me verías más. Si hubiera tenido alma no te habría compartido nunca. Hubiera dejado que te quedaras con Angel, que es mejor persona que yo, y no hubieras vuelto a saber de mí nunca jamás... Así que ten cuidado con lo que deseas...

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