domingo, 24 de mayo de 2009

Alguien recordaba mi nombre (9)

Ahora sé que cuando Spike volvió a Sunnydale a por algo que yo tenía y que era suyo, no volvió por su abrigo de piel. Volvía por su alma. Fue al infierno a recuperarla pero ya no estaba ahí. La tenía yo. Y yo no lo sabía. Sólo una declaración mía de amor puro y sincero, de "único amor", sería el detonante que haría que su alma volviera a su cuerpo. Cuando le dije que ganó él, que mi corazón le eligió a él , sólo a él, volvió a recuperar su alma. Pero su cuerpo estalló en cenizas después. Se clavó la estaca él mismo. Para evitar matarme. Lo hizo por mí.

Han pasado seis meses desde entonces. Añoro a Angel y su afectuosa compañía, pero echo de menos a Spike hasta la desesperación, hasta que me llora el alma.

Fue horrible tener que dar la noticia a Connor de la muerte de su padre. No le expliqué todos los detalles, pero a grandes rasgos, entendió lo que había pasado. Creo que no lo dijo, pero me culpa por lo ocurrido. No era necesario que lo dijera. Yo también me culpo por lo ocurrido. Jugábamos con fuego, y acabamos chamuscados.

Llamo a mi hermana. Dawn está hundida. Ha dejado a Marcus, o ha sido al revés. No lo tengo muy claro. Le pago el billete de avión y se viene a Los Angeles. El caso es que está deprimida y a la vez indignada. Me cuenta que el Inmortal quería llevar a la cama a una vampira, hacer un trío. Pobrecilla. Él le dijo que ella no era lo suficientemente enérgica en la cama, que él necesitaba más.

-¡Qué cerdo! ¡Un trío! ¿Qué degenerado aceptaría algo así? -me dice entre lágrimas y yo me callo.

Me pregunta si a mí también me lo insinuó. No. La verdad es que no. Supongo que yo sí que era lo suficientemente enérgica en la cama, pero, claro, esto último no se lo digo a Dawn.

-Siempre me preguntaba por tí. Creo que quería que volvieras, que se arrepentía de haberse enrollado conmigo y yo no quería verlo. No quería verlo. Porque para mí no era un rollo, yo le quería de verdad... -y llora como una tonta enamorada y despechada. Se le pasará.

La abrazo y consuelo, cuando quien realmente necesita consuelo soy yo. Todos saben que Angel y Spike han muerto. Connor les ha llamado. Pero no les ha dicho nada sobre mí. No tienen ni idea de que yo estaba con ellos cuando ocurrió. Nadie tiene ni idea de cómo me siento. En una noche perdí a mi amigo del alma, a mi primer amor, a Angel; y también perdí al amor de mi vida, a mi adorado Spike.

Gunn, el amigo abogado de Angel me ayuda a agilizar los trámites para que Connor herede el capital correspondiente a su participación en la venta del "Angelspike loving tea". El dinero se repartió en tres partes iguales, aunque el capital de Spike era administrado por Angel, pues hubiera sido capaz de gastarlo todo en una noche de juerga.

Connor está mucho más amable conmigo, pero lo del dinero no ha tenido nada que ver. Le gusta mi hermana, y creo que a ella también le gusta él, porque enrojece y tontea cuando está cerca. Bien. Está bien. Connor es medio humano aunque tenga poderes especiales de vampiro (cosas de la magia, ya se sabe), pero lo principal es que es buena gente y me gusta para Dawn.

Ahora que ya se consuelan mutuamente, yo sobro, así que me voy. Sola. Necesito tiempo para estar sola. Voy sin rumo fijo, una semana en New York, un mes en París... No quiero ver a nadie conocido. No quiero conocer a nadie nuevo. Sólo quiero estar sola. Llorar sola.

Hoy recibo correo electrónico de Giles. Hay algo nuevo, y me necesitan, así que decido volver a la escuela de cazadoras de la casa principal en Londres. Volcarme en el trabajo. Sólo trabajo. Para no pensar. Para no sentir. No quiero volver a sentir. Estos últimos meses he sentido demasiado. Ahora sólo quiero vivir tranquila.

Nunca pude imaginar lo que me esperaba a la llegada. Giles vino al aereopuerto. Me dijo que tenía noticias que no quería darme por teléfono ni por e-mail. Ahora estoy en su casa, delante de una taza de té que no pienso tomarme, esperando a que se decida por fín a hablar.

-¿Recuerdas la profecía Shangshu? ¿Aquella que decía que un vampiro con alma sería recompensado al sacrificarse por salvar el mundo, y volvería a tener la oportunidad de vivir de nuevo, como humano?

Tengo que beber un sorbo de ese asqueroso té, porque mi boca se ha quedado seca.
-¿Quien? ¿Spike?

Giles niega con la cabeza y el mundo se me cae a los pies. Al menos Angel tendrá otra oportunidad.

-No. Quiero decir sí, pero no.

Yo cada vez estoy más confusa y estoy a punto de lanzarle la taza de té a la cabeza como no se aclare.

-Ha vuelto William. William Pratt. Ya no es Spike. No recuerda, afortunadamente, su vida de vampiro, pero sí recuerda otras cosas. Cosas importantes en nuestra lucha contra el mal. Puede ser un gran vigilante. Habla perfectamente cuatro o cinco idiomas humanos, y domina el latín, además de otras tantas lenguas demoníacas, entre ellos el Fearl, que no lo entiende practicamente nadie. Bueno nadie que no sea un Fearl, claro. Y tiene potencial. Conserva su fuerza sobrenatural, pero le falta entrenamiento. Poco a poco es posible que recuerde tácticas para pelear, pero en estos momentos es algo torpe. Por eso preguntó por tí.

-¿Por mí? ¿No has dicho que no recuerda nada? ¿Spike ha preguntado por mí? Oh, Dios... Spike está vivo, y es humano...

-No. No te engañes. No es Spike. Es William. Un joven algo perdido y confuso que no recuerda lo que le ha pasado, sólo los informes que ha leído sobre sí mismo. Y sobre tí. Sabe que tú le conociste siendo vampiro. Tú sabes mejor que nadie cómo pelea. Tú puedes entrenarle.

No me lo puedo creer. Me pinchan y no sacan sangre. Otro sorbo de té, que ya no parece estar tan malo.

-Bueno -sigue ahora Giles, con aire paternalista, limpiando sus gafas con la punta de la camisa, como siempre-. Sé que vosotros tuvisteis una historia hace años, pero eso pasó hace mucho y me imagino que ya está superado ¿no? Lo único que no entiendo es cómo acabaron muertos Angel y Spike. Supongo que luchaban contra algun demonio... Bueno. Nadie lo sabrá, porque William no lo recuerda tampoco. Bueno... ¿Qué me dices? ¿Quieres conocerle?

-¿Está aquí? -la taza de té tiembla en mis manos.

-Sí. Esperando fuera. En el jardín de la puerta de atrás.

Antes de salir, me asomo por la ventana. Hay una silueta de espaldas, de cara al tenue sol inglés. Lleva un vaquero y una chaqueta americana negra sobre una camisa blanca. Su cabello es muy corto, de color castaño, y aunque las puntas aún conserven el rubio platino teñido, definitivamente, ese hombre no es Spike.

Salgo con Giles al jardín.


Cuando se gira... Oh. Joder. Como un puñetazo directo en la cara. Duele. Es él. Sus ojos azules me deslumbran de nuevo, brillantes, sobrecogedores. Sus marcados pómulos, incluso la cicatriz en la ceja. La boca provocadora, que me ha hecho tantas veces gritar de placer, que estoy loca por besar ahora... y casi me lanzo como una loca, llorando a sus brazos, cuando me corta, ofreciéndome la mano, fríamente.

-Encantado de conocerla, señora Summers. Es usted toda una leyenda, por lo que he leído y lo que cuentan sus amigos. Supongo que el señor Giles le habrá puesto al corriente de mi problema y le rogaría que me aceptara como alumno para un entrenamiento especial. ¿Señora Summers? ¿Se encuentra bien?

Reacciono y le doy la mano. Caliente. Algo húmeda y caliente. Su calor me traspasa. Su cuerpo está caliente, pero sus palabras son frías. ¿Señora Summers? ¡Esa era mi madre! ¿Cuántos años cree este gilipollas que tengo? Giles recibe una llamada telefónica. Se disculpa y nos deja solos.

-El señor Giles es un hombre muy agradable ¿verdad, señora Summers?

¿Giles, agradable? Definitivamente, no es Spike.

-Por Dios -mi voz suena alterada y estoy muy nerviosa- no me llames señora Summers. Llamamé...

Si oigo mi nombre en su boca, me derretiré como cera hirviendo. Mientras me repito en la cabeza que no es Spike, no es Spike, no es Spike... le digo:

-Llámame Summers, simplemente. Y no. No puedo aceptar entrenarte. Tengo ahora otros planes inmediatos muy importantes que...

Mientras me invento al vuelo unas excusas tontas veo la decepción en su mirada.

-Bueno... Pues yo lo siento mucho más. Afortunadamente Faith se ha ofrecido a entrenarme, y he oído que es tan buena como tú. De todas formas, gracias. Llamaré a Faith. Es simpática. Al menos por teléfono. Me dio su número particular. Bien. ¿Qué le vamos a hacer? Encantado de conocerte, Summers.

Categóricamente, no es Spike. ¿Spike rindiéndose tan pronto? ¿Y va a entrenarle la zorra de Faith? No ha tardado la muy puta en darle su teléfono personal... Sé en qué consistirán sus clases particulares. De eso nada. Aunque sea por fastidiarla.

-Bueno... No sé. No digo que Faith no sea buena...aunque yo soy mejor.

-Pero no estás disponible -sus ojos azules se clavan en los míos y sé que no puedo decirle que no.

-Eso puede arreglarse,William.

***

En mi fuero interno acariciaba la idea de que Spike me recordara, que poco a poco se acordaría de mí, pero no ha sido así. William es educado, cortés, amable. Me sigue a todas partes, como un perrito fiel y se esfuerza por caerme simpático. Me trata con respeto. Joder, ¡con respeto!... Como yo trataba a Giles...

Sólo soy su entrenadora y yo me estoy muriendo de amor por él. Pero no voy a dejar que se refleje. Me he comprometido a entrenarle y eso haré. Luego pediré el traslado como entrenadora en otra escuela de cazadoras, a miles de Km, para no volver a ver sus ojos azules que me matan, para no volver a oir su voz profunda que me pierde. Para no volver.

Se entrena con una dedicación digna de consideración. Se entrega hasta niveles extremos y nunca se queja. Es el mejor alumno que un entrenador podría desear. Yo siempre exijo más, y más y más... Soy dura, muy dura. Peor que un sargento de marines. Nunca tengo una palabra amable con él, como recompensa por sus esfuerzos, ni le permito cualquier tipo de conversación que no esté limitada a lo profesional. No hace más que preguntarme sobre Spike, quiere que le cuente todo sobre su vida pasada pero yo no quiero hablar de eso. No puedo contarle cómo era nuestra relación, porque no lo entendería. Ahora le veo haciendo flexiones con una mano, resoplando, la camiseta pegada al cuerpo por el sudor... y desearía que resoplara encima de mí, dentro de mí, que mi cuerpo sirviera de toalla para secarle la humedad en el suyo... ¡Maldito sea! ¡No me recuerda! Me dan ganas de gritarle, de gritarle que cómo es posible que no se acuerde de mí, que no recuerde nuestro amor. Sin embargo, me callo. No puedo flaquear. Por eso cuando termina le digo que cincuenta más. Con cada mano. Sus ojos se clavan en los míos, como hielo. Pero no dice nada. Resopla y sigue, hasta que termina, en el suelo, agotado. Todos los candidatos a vigilantes y a cazadoras han terminado su entrenamiento hace horas. Nosotros, no.

-Ve a la ducha, William. Cuando termines te espero en el tatami. Practicaremos técnicas defensivas.

Se sienta en el suelo. Se tapa la cara con las manos. ¿Qué coño le pasa?

-William... ¿No me has oído?

-¿Por qué me odias? -su voz profunda susurra rasgando el aire en el gimnasio ahora desierto-. Es por lo de Angel, ¿verdad? Yo no lo sabía. Tú hubieses deseado que la profecía se hubiese cumplido con Angel, no conmigo. Lo siento pero yo no lo elegí... Fue él. Fue Angel. Recuerdo una sala blanca y a un joven de cabello castaño, que me besó en los labios y me dijo sonriendo: "Dile que no fue culpa suya, ni tuya. Fue por Barry Manilow. Y dile que la quiero, pero que ni se le ocurra hacerme volver. Ella lo entenderá." ¿Eso te dice algo? ¿Ese mensaje era para ti? ¿Ese era Angel?


Yo no puedo evitar las lágrimas. Mi amado Angel. Se merece el cielo, se merece el descanso y la eterna felicidad. William creo que no ha entendido bien mis lágrimas y se levanta apesadumbrado, entrando en los vestuarios. No puedo dejar que crea que no me alegro de que esté vivo, así que ahora entro a aclarar la situación. Me quedo en la puerta, paralizada.

Veo su cuerpo desnudo, fascinante, perfectamente torneado, bajo la ducha, de espaldas a mí. El agua caliente resbalando por su blanca piel desde su cuello, una mano apoyada en la pared de la ducha, y la otra haciendo movimientos espasmódicos delante de él. ¡Joder! ¡Se está masturbando! Debería irme. Pero no me voy. No puedo apartar la vista de su cuerpo, de sus sacudidas, de su respiración agitada, hasta que se corre con un quejido. Ahora yo también respiro agitada. También necesito una ducha.

El entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo es una dura prueba para ambos. Para él, porque no tengo piedad. Le tumbo, le humillo, le venzo, le sujeto contra el suelo. A veces me paso. Como hoy. Pero no se rinde. Nunca tira la toalla. Vuelve a pedirme que repita el golpe, para intentar aplicar la técnica defensiva. Me bloquea. Renuevo el ataque. Bloquea. Sigo atacando con más furia. Bloquea con la misma intensidad. Me lanzo con toda mi fuerza contra él, con un giro de caderas con las piernas elevadas, dispuesta a patearle la cara. Se agacha, me esquiva, engancha con velocidad inhumana mi pierna en el aire y me hace caer, de cara al suelo, lanzándose sobre mí. ¡Mierda! Aprende rápido. O recuerda rápido. Porque esos movimientos felinos, violentos, son de Spike. Igual que su forma de retenerme contra el suelo, pegado a mí. Puedo percibir su excitación. Su polla dura rozando mis nalgas. Esa es la dura prueba para mí. Contenerme para no arrancarle la ropa y pedirle a gritos que me folle. Y me repito a mí misma, que no es Spike, no es Spike, no es Spike. Es un pobre muchacho que ahora se levanta del suelo, ruborizado por su atrevimiento y por la reacción espontánea de su cuerpo. Le ataco sin compasión, y entonces es cuando le parto el labio. Sus ojos le brillan, furiosos. Vuelve a lanzarse contra mí y rodamos por el acolchado del tatami. Sujeta mis muñecas contra el suelo mirando fíjamente la cicatriz de mi cuello, como alucinado. Luego me suelta, se levanta, se limpia sus labios de su sangre y mira sus manos manchadas de rojo. Mis puños van a volar contra él, pero consigo detenerme a tiempo. No se va a defender.

-Pégame, si así te vas a sentir mejor -me dice con un hilo de voz.

A duras penas consigo decirle que el entrenamiento ha terminado.

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