miércoles, 29 de julio de 2009

Alguien recordaba mi nombre (11)

 
-¿Cuándo empezamos? -William traga saliva, nervioso.
 
-Esta noche. Ven conmigo -le cojo de la mano y le llevo a mi dormitorio-. Vamos a ponernos cómodos primero. Una ducha rápida y ponte ropa de entrenamiento. Pantalón corto y camiseta.
 
Mientras se ducha, preparo la cama. ¿Es posible que yo también esté nerviosa? Sí. Muy nerviosa. Cuando termina y sale del cuarto de baño, le digo que se siente en la cama y que me espere. Dejo la puerta entreabierta a propósito. Subo mis cabellos y los engancho con una pinza, dejando mi cuello al descubierto. Me desnudo lentamente, seductora, mientras observo sus reacciones a través del espejo. Me mira, sin pestañear, mientras enjabono mi piel y el agua caliente cae sobre mi cuello. Luego me seco y me pongo un short y una camiseta deportiva. Nada de puntillas, ni de encajes, ni de seda. Puro algodón. Sencillo y cómodo, pero elástico y muy ajustado.
 
-Besos. Es la primera lección. Los besos. Son importantes. Hay miles de clases de besos. Desde piquitos cariñosos hasta ardientes morreos. La lengua también es esencial en...
 
-A la mierda la teoría -y me besa.
 
Me besa sin tocarme. Abre los labios y los hace encajar en los míos, acaricia mis labios con los suyos, su lengua me roza, con suavidad. Ahora nuestras lenguas se encuentran, se saludan. Me pone la mano en la espalda para aproximarme más y la otra acaricia mi nuca, girando un poco la cabeza. Su mano en mi espalda, sus dedos entre mis cabellos. Mmmm.
 
Paramos a respirar, mordiéndonos los labios uno a otro. Pequeños bocaditos. Ahora se echa sobre mí. Las palmas de sus manos apoyadas una a cada lado de mi cabeza. Me mira, la punta de la lengua me roza los dientes, ahora toda la lengua suave, húmeda, deslizándose alrededor de mis labios, una y otra vez, hasta entrar de lleno en mi boca. Mis dedos se entrelazan en su cuello, aproximándole más a mí, para que se deje caer encima. Luego le hago girar y me pongo sobre él, sin interrumpir el beso, sin que nuestras lenguas dejen de retozar, de enredarse, mi lengua en su boca, explorando todos los rincones, su lengua en la mía, ávida, urgente, ardiente. Su beso quema, quema, y no puedo reprimir un gemido. Separamos despacio nuestras bocas, para recuperar el aliento.
 
Me mira sin hablar. Como en los entrenamientos. Como cuando acaba un ejercicio y espera mis próximas instrucciones. Nunca le felicito si lo hace bien, simplemente pasamos a un nuevo ejercicio, pero ahora sé que necesita que le diga algo y yo también necesito decírselo.
 
Me quito de encima y le digo que se siente frente a mí. Paso los dedos por sus labios, despacito. Entonces me inclino y le digo sonriendo al oído.
 
-Si te hago repetir el ejercicio, no es porque esté mal. Es porque está bien... muy muy bien... Magníficamente bien...
 
Vuelve a echarse sobre mí, besándome con pasión, y ahora me sorprende adelantando hacia una nueva lección. Su manos deslizan los tirantes de mi camiseta y me la quita de un tirón. La lengua va desde mi cuello hasta mi pecho, sentado frente a mí, sus manos van a mi espalda desnuda y me empujan hacia delante. Me devora los duros pezones, ansioso, primero uno y luego otro. No puedo reprimir los suspiros, el estremecimiento intenso, el cosquilleo del deseo en mis entrañas. Ahora se para y me mira sonriente, con esa sonrisa socarrona y lujuriosa que conozco tan bien. Se levanta de la cama y se va hacia la cocina. Vuelve con una tarrina de helado.
 
Sus dedos se hunden en el helado de fresa, cogiendo entre ellos una buena cantidad. Me hace gritar cuando la deposita en mi pezón derecho y empieza a chupar el helado, mezclando la frialdad de la fresa con el calor de su lengua, de sus labios, de su aliento. No sé si el helado se derrite en su boca o soy yo la que me estoy deshaciendo, porque no puedo más. Repite la misma operación con el otro pecho, chupando, lamiendo mi pezón, y mis manos ya no saben estarse quietas. Se cuelan bajo sus pantalones cortos, acariciando sus nalgas. Se quita la camiseta. Coge un poco de helado y lo deja caer sobre su pezón.
 
 
-Mmmm. Qué bueno estás.. -lamo con fruición.
 
Pero me paro de repente. Es una sensación indescriptible. Su corazón. Latiendo con fuerza en su pecho. Acerco mis manos y las dejo allí durante unos segundos, sintiendo su corazón en su cuerpo caliente.
 
-Puedo coger una bolsa de hielo y pasarla por mi cuerpo -me dice, y le miro algo extrañada-. Para que me notes frío- explica-. Por si te gusta más así.
 
Dios... Por eso está haciendo lo del helado. Para que sienta en sus labios el frío. No quiero un cuerpo frío. Amo a Spike, le amaba antes aunque fuera un vampiro, pero no le amaba porque lo fuera. El ser un no muerto, el no tener alma era como una enfermedad. Puedes amar a alguien aunque esté enfermo, pero no amas su enfermedad.
 
-Oh, William... No... Me gustas caliente. Así de caliente...
 
Y ahora todo son manos recorriéndonos, acariciándonos, besos intensos, ardientes, calentando, calentando mucho. Su cuerpo es perfecto, fascinante y no me canso de tocarlo. William es como un envase a presión, sometido a un calor inmenso. Si lo agitas demasiado, si elevas demasiado la temperatura, al final revienta. Me oprime, me roza insistente entre mis piernas con su erección, aún dentro del pantalón. La tela de su pantalón contra mi short. Abro un poco la tela entre los camales elásticos y guío su mano, para que me toque.
 
Sigo oprimiéndole la entrepierna con mis muslos, acariciándole el culo con mi mano dentro de su pantalón, cuando su dedo se desliza hacia la entrada de mi vagina.
 
-Oh, estás muy húmeda...
 
-Porque te deseo... te deseo... Oh, Dios... llevo meses deseando esto. Tenía tantas ganas de tí...
 
-Mmmm. No, joder, nononononoooooo, mierda, no.... no puedo conte... nerme... ¡No puedo! ¡Aaaaahhhh!.
 
Se está corriendo rozándose contra mí, con su boca en mi pecho y el dedo en la entrada húmeda de mi sexo. Cuando termina de moverse me mira con aire de culpabilidad, ciertamente muy avergonzado.
 
 
-Lo siento -respira agitado-. No he podido aguantar... Pero en unos minutos estoy dispuesto otra vez, de verdad, yo...
 
-Shhh. No te disculpes... Esta noche no vamos a hacerlo. Ni mañana, ni pasado... No, hasta que estés preparado. Esta noche vamos a rozarnos, a besarnos, a sentirnos. Vamos a calentarnos, pero sin llegar a consumar. No vas a pretender en la primera sesión de entrenamiento llegar hasta el final. Ya te lo dije. Iremos despacio. Paso a paso y poco a poco... Ahora siéntate. Dame la mano. Quiero que sientas mi calor, mi excitación a través de la tela. Oh... si... Eso es.... si... así...
 
Apoyo mi espalda en su pecho, ambos sentados, me toca, me roza, me muevo contra su mano, sus dedos fuertes. Su otra mano me abraza y sus dedos se detienen en los pezones, presionando uno y otro y su lengua me lame el lóbulo de la oreja, susurrándome al oído.
 
-Mmmm. Qué bien hueles... Hueles a... no sé. A tí. Creo que podría reconocer tu olor a kilómetros. Eres... Eres tan bonita, que me das miedo...
 
Lo dijo cuando era Spike. Son sus mismas palabras. Vuelvo la cabeza y nos besamos de nuevo, despacio, sin prisas y compruebo con cierta sorpresa sentada sobre su falda que vuelve a tener una erección.
 
Un vampiro puede estar empalmado y follar sin parar durante toda la noche. Supongo que es una cuestión de circulación sanguínea y está en su naturaleza. Los vampiros no necesitan que su sangre circule, y pueden retenerla en los vasos sanguíneos de su órgano sexual sin ningún problema. Los humanos no pueden estar constantemente empalmados. Después de tantos años de tener relaciones con vampiros ya no recordaba la calidez de un cuerpo humano, el sabor, el olor es diferente. El sudor. La respiración. Todo es nuevo para mí y es muy excitante. La flacidez del miembro cuando se relaja me conmueve pero me impresiona comprobar que William decía la verdad. En unos minutos vuelve a estar dispuesto, muy dispuesto y por la forma con la que se frota contra mis nalgas, sigue teniendo ganas de más.
 
-¿Quieres que avancemos al siguiente paso o prefieres que practiquemos el frotamiento con tela otra vez? -le sonrío.
 
-¿Cuál es el siguiente paso? -me besa el cuello con ansia.
 
-Lección de anatomía. Conocer y explorar nuestros cuerpos desnudos a través de nuestros sentidos. Luego clases de latín. Cunnilingüis. ¿Te apetece entonces que sigamos o...
 
No termino la frase. Me desliza los shorts bajándolos con cuidado. Me tumbo en la cama y abro las piernas. Primero la vista. Me observa con atención. Luego el olfato. Acerca su nariz a mi entrepierna y aspira, llenándose del aroma de mi excitación. Ahora el tacto. Pasa el dedo por el clit y doy un respingo.
 
-Más suave... Esa zona es muy sensible. Primero humedece el dedo y aaaahhhh... Mmmmm.... Siiiiií...
 
Me acaricia con suavidad, su dedo hacia adelante y hacia atrás y mis piernas tiemblan cuando acerca la boca y me besa ahí. Me pone la carne de gallina su lengua húmeda y cálida en mi punto de máximo placer, pero lo que me excita hasta límites insospechados es su aliento, sus ardientes expiraciones, su necesidad de respirar. Mis manos acarician su cabeza, mis caderas se elevan impulsivas y mis gemidos empiezan a ser más agudos, mas acelerados cuando la punta de su lengua se endurece y se mueve con mayor velocidad. El orgasmo me sacude violentamente y le tiro del pelo con fuerza.
 
-¡Oh, si! Sí.... mi amor, sí... ¡Spike! ¡SPIIIIIKE!
 
El corazón se me sale del pecho e intento recuperar el aliento. Le aparto la cabeza con suavidad.
 
-No. Para ya...
 
-Quiero seguir, quiero seguir y seguir y seguir. No quiero parar. No quiero dejar de hacerte sentir, deseo volver a hacerte gritar. Quiero que grites mi nombre, mi nombre, mi nombre.
 
Vuelve a chuparme y lamerme con fuerza y me agito inquieta.
 
-¡No! Ahora no... Tienes que esperar un poco. Ahora es... desagradable. Ahora duele -aparto su cabeza de entre mis piernas con firmeza.
 
Sus preciosos ojos me llenan de azul, un azul extraño, algo dolido. Su polla se le sale por el elástico del pantalón corto. Le ayudo a quitárselo e inmediatamente, en cuanto me la meto en la boca, oprimiéndola con mis labios, se corre jadeando, sujetando mi cabeza, moviéndose dentro de mi boca, y con la otra mano vuelve a buscar mi clítoris. Le aparto de un manotazo. ¿Es que no ha entendido lo que acabo de decirle? Su miembro sale de mi boca, más relajado. El semen gotea de un extremo de mis labios. Su dedo se desliza para limpiarme la boca, y yo chupeteo las gotas de semen de la yema de su dedo.
 
-¿Te lo tragas? -pregunta, curioso- Es... raro. He visto... algunas películas... ya sabes... y las chicas no dejan que les entre dentro de la boca. No pueden disimular la cara de asco y si les cae alguna gota dentro, la escupen.
 
-Es porque yo soy más viciosa y no he cenado -empiezo sonriendo seductora, luego niego con la cabeza-. No. No es eso. Es porque me gustas de verdad, me gusta tu sabor.
 
-Si, pero gritas su nombre -acaricia mi pelo-. Quieres a Spike. Gritas su nombre cuando te corres. Quería seguir, quería que te volvieras a correr gritando mi nombre. William.
 
Es extraño. ¿Tiene celos de sí mismo?
 
-A veces en la tumba de mi madre encontraba un ramito de flores silvestres, ya sabes, margaritas o dientes de león. Las ponías tú. Eran esos pequeños detalles los que me hicieron amarte aunque no tuvieses alma, pero tanto tú como yo sabíamos que el alma era necesaria, porque por mucho que te amara, no confiaba en tí y la confianza es parte indispensable para que una relación se sostenga más allá del sexo. William... tú sigues refiriéndote a Spike en tercera persona, como si fuera otro. Sin embargo para mí eres Spike, sigues siendo Spike, pero ahora eres mi Spike con alma, humano, completo. Que tú no me recuerdes, no quiere decir que yo tenga que olvidar mis sentimientos.
 
-Tú quieres que sea Spike porque quieres que recuerde mi amor por tí. No necesito recordar mi vida anterior para saber que te amo -me besa dulcemente-. Te quiero, desde siempre, desde antes de conocerte ya estaba enamorado de tí.
 
El corazón casi se me para. ¿Me quiere? Sé que le gusto pero... ¿ME QUIERE?
 
 
-¿Me quieres? ¿Desde antes de conocerme?
 
-Yo... no te he dicho toda la verdad. La confianza es importante y yo te he mentido. Cuando volví no recordaba nada de mí mismo, pero no volví sin memoria. Había algo que no consiguieron borrar. Tú nombre. Me acordaba de tu nombre. Eras como una obsesión. Tenía que encontrarte como fuese. Afortunadamente tu nombre es algo peculiar, menos mal que no te llamas Mary. Hay una enorme cantidad de informes, reseñas, referencias y crónicas que tratan de la cazadora, de la elegida. Me las arreglé para hacer creer a Giles que la idea de buscarte como mi entrenadora había sido idea suya, sin demostrar un interés demasiado evidente en tu persona, porque me dio la impresión de que Giles es muy...
 
-Protector en lo que a mí se refiere, ya lo sé.
 
-Cuando te ví no sabía nada de nosotros, nada de lo que había sucedido en nuestro pasado, pero estaba seguro de una cosa. Yo te amaba.
 
-No me dijiste nada.
 
-¿Qué querías que te dijera? Tú me odiabas.
 
-No. No te odiaba. Sólo odiaba el hecho de que te hubieses olvidado de mí.
 
-Ya. Ahora lo sé... -me mira y sus ojos brillan. Sus manos temblorosas acarician mi cara, mi pelo-. Quiero que seas mía, que me digas que nunca me dejarás pase lo que pase, quiero que sea para siempre, oh Dios, te quiero tanto que me hace daño aquí dentro -pone la mano en su pecho.
 
Ya no puedo más. El nudo que atenaza mi garganta es imposible de tragar. Su inesperada y espontánea declaración de amor es demasiado para poder mantenerme fría y me derrumbo llorando, tapándome la cara con las manos.
 
-¿Qué te pasa? -me quita las manos de la cara, preocupado y me abraza.
 
-Ay, cariño, te he echado tanto de menos... -lloro contra su pecho-. Me moría sin ti, y cuando regresaste, aún me moría más, porque habías vuelto pero no a mis brazos, no a mis besos. Y mis brazos, mis labios te necesitaban, te necesitan tanto...
 
Me abraza tan fuerte que quiero fundirme en él. Oigo sus palabras de cariño, de consuelo, del amor que siente por mí, mientras besa mi frente, acaricia con dulzura mi cabeza, limpia mis lágrimas con las yemas de sus dedos. Ahora le deseo tanto, deseo que me haga el amor, tenerle dentro de mí. Es tan fuerte lo que siento que me duele. No en sentido figurado. Es dolor verdadero, dentro de mi vagina, que clama por él, que también está llorando por él, porque también le añora y le necesita, pero sé que no debemos hacerlo hasta que no esté preparado para ello. No quiero que su primera vez sea un polvo rápido y decepcionante para ambos. Intento tranquilizarme y le sonrío, le digo que yo también le quiero y volvemos a besarnos, con pasión, con fuerza, y vuelvo a notar su polla tiesa, enorme, rozándome.
 
 
-Summers... -su media sonrisa pícara ilumina su cara-. ¿Puedo seguir con mi entrenamiento o tengo que esperar más? Me gustaría practicar las matemáticas ahora.
 
-¿Algún número en concreto? -me río.
 
-Ya sabes cual. De dos cifras, que suman quince, múltiplo de tres...
 
Su lengua me recorre entera. En mi boca, en mis pezones, en mi sexo. Me pongo a cuatro patas y besa mis nalgas, sus dedos acarician el clit y me inclino a chuparle, esta vez más despacio, intentando que dure. Su lengua también va despacio, saboreando. Sus labios me succionan a mí y los míos a él. Los sonidos de la succión y del chupeteo se mezclan con los jadeos, gemidos, las respiraciones entrecortadas, los suspiros intensos. Mi vagina se contrae de gozo cuando introduce un dedo en mí. Mmmmm. Creo que esa sensación en su dedo hace que se corra inmediatamente en mi boca. Su semen es más diluído y hay menos cantidad que las primeras veces, pero su orgasmo es igual de intenso, a juzgar por sus gemidos, sacudidas y espasmos. Yo aún no he llegado al orgasmo, pero me aparta, sale de debajo de mí y baja de la cama. No será capaz de dejarme asi ¿no?
 
-Discúlpame. Tengo que ir al cuarto de baño -me da un beso-, pero no te vayas ¿eh?
 
Yo me sonrío y me tumbo en la cama. Claro. Ahora necesita ir al baño. Es humano. Oh, sí, es muy humano.
 
-¿Qué haces tumbada en la cama, comodona? Anda, levanta el culo y ponte en situación de enseñármelo todo. Vas a tener que ser una instructora muy paciente, porque voy a explorarte a fondo hasta aprenderte bien.
 
Cierro los ojos, ay, introduce un dedo en mí y lo saca y lo mete despacio.
 
-Está tan mojado y tan caliente... ¿No es muy estrecho? No es por presumir, pero tú estás segura de que cuando llegue el momento, mi pene cabrá ahí dentro? ¿No te haré daño?
 
-No te preocupes -me conmueve su temor a lastimarme-. Encaja a la perfección. Ya te he tenido dentro antes. Es que... bueno... hace tiempo que no lo hago y claro... ahora está más cerrado.
 
-¿No has estado con nadie desde que... me fui?
 
-No -vaya, es la primera vez que se refiere a Spike como a sí mismo-. No he estado con nadie. No podía estar con nadie. Ni siquiera me tocaba yo. El sexo dejó de tener importancia cuando te perdí.
 
-Pero ya he vuelto. He vuelto a tí, he vuelto...
 
Uy, me está torturando, dulce martirio, dulce, dulce. Tocándome así, entrando y saliendo su dedo que resbala dentro de mí con suavidad, la otra mano abre mis labios internos y aproxima su boca a mi clit, su lengua celestial me acaricia muy despacio, recreándose, deleitándose; me tiemblan las piernas, los músculos de mis paredes internas se contraen de la excitación. Entonces introduce dos dedos, y sigue así, muy despacio, lamiendo, besando, tocando, mucho, mucho tiempo, sin prisas, y yo más que encendida, estoy inflamada. Intento no presionarle, dejarle que me explore a su ritmo, pero voy a explotar, grito y sujeto su cabeza entre piernas y mi espalda se arquea, me retuerzo como sacudida por una intensa corriente eléctrica que me marea. Oh. Dios. Mío. Oh. Dios. Mío. Aparto ya suavemente su cabeza de mí, y cierro las piernas. Mmmmmmmm.
 
-¿Te ha gustado? -me pregunta, limpiándose la boca de su saliva, de mis fluídos y reclina su cabeza en mi pecho, abrazado a mí.
 
-Mmmmmm, Mmmmmmm, Siiiiiiii...
 
-¿Lo he hecho... como antes?
 
No. No. Cuando era un vampiro su lengua siempre era urgente, agresiva, invasora. Sus dedos me asaltaban, me dominaban imponiéndose, hurgando en mí, apremiantes.
 
-No. No me lo has hecho como antes. Ha sido... diferente. Si quieres que te diga la verdad, ha sido... mejor.
 
Inesperadamente, casi de forma violenta me da la vuelta y se echa sobre mi espalda, su polla increíblemente dura otra vez, tentando. Su punta tentando el orificio anal.
 
-¿Qué...qué haces? No...
 
-¿Confías en mí?
 
-Más que en mí misma.
 
-Pues déjame jugar. Creo que me lo he ganado, ¿no? Por favor... Summers...
 
Le dejo hacer. Me pide que suba un poco el culo y coloca su polla entre mis nalgas, las cierra con la mano y se mueve hacia delante y hacia atrás. Ahora se para y pone el extremo de su enorme pene rozando mi ano. Ay, ay, ay, ay. Coge mis caderas y empuja, presiona, aprieta, oprime, con la respiración agitada, puro deseo contenido, pero sin llegar a penetrar. Deja de oprimir y se sacude golpeando contra mi trasero. Se corre gimiendo como un loco, y descarga su semen disparado sobre mi culo. Se deja caer sobre mi espalda, sin aliento, hasta que se recupera. Luego se incorpora un poco, apoyando las manos entre mi cabeza.
 
-Vuélvete, mírame, por favor.
 
Me doy la vuelta y nado en la profundidad del mar de sus ojos azules que destilan amor. En su frente hay gotitas de sudor, así como en la comisura de sus labios. Quiero besarle y parece haber leído mi pensamiento, porque me besa con dulzura, me dice que me quiere y sus manos buscan las sábanas para arroparnos y abrazado a mí, su cabeza hundida en mi cabello, siento su respiración profunda y acompasada en mi cuello que revelan que se ha dormido. Oh, Spike. Había deseado tanto esto... Confiar ciegamente en ti y después tener tu abrazo tierno, cargado de afecto, dormir entre tus brazos fuertes y escuchar los latidos de tu corazón.

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